Un tal Napias ha dejado un comentario en el artículo anterior al respecto de la perfidia e inconveniencia de ir avanzando etapas de higos a brevas en este nuestro Astrolabio. Es cierto, tiene toda la razón. En mi defensa sólo puedo decir que la vida laboral es algo muy malo que el Hombre ha inventado con el fin último de que el ser huano no se ocupe del Astrolabio como es debido. Pero mea culpa, en cualquier caso. Imploro mil perdones al Sr. Napias, y paso sin más dilación a seguir con lo que estaba:
Día 7: Impredecible Montenegro
Montenegro es algo de lo que todavía no han sacado folleto en las agencias masivas de viaje. Pero ay, el día que lo saquen. Aprovechad ahora, en que todavía en un discreto y tranquilo reducto mediterráneo, protegido de las masas hispánicas por el desconocimiento y esa relación psicológica con la Serbia que quiso ser y no fue. Esa imagen de la viejecilla vestida de negro con un pañuelo del mismo tono frente a una urna electoral, que se le aparece a uno cuando piensa en Montenegro. Porque el día que Marsans edite el tríptico sobre este país, tanto él como nosotros estamos perdidos.
Regresando a esa mañana del 26 de septiembre, nuestros protagonistas han vuelto a cargar el coche para seguir costa abajo, después de esquivar un par de abejas mientras disfrutaban del excelente desayuno del hotel en el malecón. A poquitos kilómetros de Perast regresamos a Kotor, que sí debe de aparecer en los folletos turísticos alemanes, porque está hasta arriba.
Kotor es harina de otro costal. Recuerda bastante a Split, o incluso a Dubrovnik (lo que no le quita mérito), aunque quizá tenga un aire más medieval que este último. Ciertamente, estética y arquitectónicamente es muy bonito. Pero ya son conscientes de los ingresos que da el turismo y, aparte de ser todo él una zona azul de aparcamiento, en los hoteles y restaurantes se puede encontrar incluso quien hable algo de español.
Nosotros nos vamos pronto de Kotor. Es precioso, es cierto, pero tras una hora o dos en la ciudad seguimos muy embargados del espíritu Perast. Y del ticket del aparcamiento, que no concibe franjas para el pago.
Carretera alante, decidimos prescindir de Budva, un Torremolinos donde esta noche toca Madonna, y llegamos directamente a Sveti Stefan.
Sveti Stefan es, junto a la Quinta da Regaleira sita en Sintra (Portugal), uno de los lugares más inverosímiles que haya concebido la mente humana.
Digamos que se trata de un islote frente a la costa, unido a ésta por un brazo de tierra artificial, y todo amurallado por efecto de la unión de las fachadas de las casas entre sí.
Comenzó siendo un pueblucho de pescadores, si es que llegaba a pueblucho. Dejémoslo en "asentamiento de pescadores". Hace algo más de 50 años, alguien tuvo la idea de transformarlo, todo el islote, en hotel de lujo, restaurándolo y haciendo de las casas habitaciones o suites, dejando una de las de la entrada a modo de recepción, y otras como instalaciones comunes. Las guerras de la antigua Yugoslavia hicieron que el hotel se resintiera y acabara cerrándose. Actualmente se está restaurando y renovando, de tal forma que, aunque estuvimos allí, no pudimos acceder al interior del islote, por las obras. Se queda uno frente a una reja al final del brazo de tierra, imaginándose al galope qué maravillas encerrará esa callecilla adoquinada por la que se adentra el albañil de mono azul. He encontrado así un nuevo objetivo en la vida: ahorrar muchísimo dinero y gastarme una millonada allí en una sola noche cuando el hotel vuelva a abrirse al público (que es lo que debe de costar la estancia, supongo). Como en general me fijo muy pocos objetivos, digo yo que tendré que cumplirlo.
Mientras tanto, hemos fijado la ruta para hoy. Bajaremos hasta la carretera que atraviesa el Lago Skadarska, casi en la frontera con Albania, atravesando las marismas, hasta llegar a Podgorica, y continuar luego por las montañas hasta donde nos apetezca pasar la noche.
De camino hacia Skadarska, en una de las gasolineras donde nos detenemos a dar de comer al coche, me topo con un detalle que jamás creí que verían mis ojos: el brazo del tipo que nos echa la gasolina tiene un tatuaje del JNA.
El JNA era el ejército yugoslavo, cuya reputación salió muy mal parada debido a su actuación en la guerra. El JNA, mayoritariamente formado por soldados serbios, tomó parte activa pro-serbia en las diversas guerras, atacando así objetivos croatas y bosnios. En el legado para la historia, ha quedado pues como una fuente de violencia gratuita y casi disfrutante que tuvo mucho que ver con lo que también para la historia han quedado como genocidios perpetrados por los serbocroatas y serbobosnios. Otros argumentan que el JNA era el ejército yugoslavo y, como tal, defendía a Yugoslavia de los independentistas que se erigieron en independientes de forma unilateral. Como siempre ocurre y nunca se considera oficialmente, todos tendrán su parte de razón. Y utilizo ese futuro de indicativo tan desvinculante por mera costumbre: yo activamente creo que todos tienen su parte de razón. Y quizá debería iniciar un blog de otro calibre en el que poder mojarme más en "política histórica", por llamarlo de alguna forma, porque el Astrolabio, por lo general, no se presta más que a meras pinceladas.
En esas reflexiones estoy cuando llegamos a las marismas del Lago Skadarska, que, la verdad, tampoco nos impresionan tanto. Así que paramos a estirar las patitas y a ver cómo unos empujan una camioneta que se ha quedado atascada en la arena, y esa es toda nuestra experiencia para con el lugar. También sorprende ver coches sin matrícula, como lo más normal del mundo.
Accedemos a la ciudad de Podgorica, antigua Titograd (en honor del dictador-dirigente de Yugoslavia Tito, fallecido en 1980, y según la mayor parte de las teorías, único garante de la unidad de todas estas repúblicas). Podgorica-Titograd fue principalmente desarrollada tras la II Guerra Mundial, con fines principalmente administrativos, y arrebató la capitalidad de la república a Cetinje en 1948. Sus calles evocan recuerdos de Usera u Orcasitas, o cualquier otro barrio en España desarrollado en la periferia entre los años 50 y 90, así que, imbuidos del paisaje dejado atrás y la naturaleza que nos espera delante, no hacemos más que atravaserla. Recordemos que nos aguardan las montañas, considerablemente deshabitadas, donde nos va a caer encima la noche.
Por ellas y el cañón del río Moraca seguimos conduciendo, admirando esos bosques como antes no los he visto, esos paisajes, esos puentes de troncos de madera a cientos de metros de altura, y esas carreteras de un solo y estrecho carril para cada sentido donde nunca antes había visto tanto Hamilton junto. Yo, de natural cagón para con la conducción, procedo a ejercer de tal. Y encima se nos está haciendo de noche. Pues hay que llegar hasta Kolasin, que es el primer pueblo con cierto número de habitantes como para figurar en los mapas.
Allí llegamos ya de noche, y decidimos alojarnos en el hotel Brile, en pleno centro de este "resort" de esquí que es Kolasin, aunque aún no es temporada y está todo muy tranquilo. Eso sí: a la primera casa de alquiler de habitaciones a la que nos dirigimos, nos dicen que están a full.
El hotel es una gozada y, si bien lo había más barato, decidimos darnos el capricho. La habitación, abuhardillada a la francesa, es enorme y en el baño basta con abrir el grifo para obtener agua caliente al instante. Además, ¡tienen dada la calefacción! Los que allí trabajan nos son además tremendamente amables, permitiéndonos mirar internet en el ordenador del hotel, y atendiéndonos de forma excelente en el restaurante. La vista a la plaza central del pueblo, con su monumento socialista presidiendo y su centro de deportes de la misma época, tampoco tiene parangón.
De los mismos dueños y por menos precio es el hotel Garni, al que se accede a través de un bar y cuya recepción está al final del mismo. Las habitaciones también están muy muy bien. Y es toda una experiencia atravesar ese bar, lleno de juveniles parroquianos, siendo tú el (la) guiri.
Bueno, amigo Napias: no te podrás quejar. Te he dado párrafos pa dividir en tres días. Por mi parte, me lo apunto, y trataré de actualizar el asunto con más diligencia. Por lo demás, confieso sonrojada que me colma de gozo descubrir que, contra pronóstico, existe un lector en este blog que no es mi madre.
sábado, 21 de febrero de 2009
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