sábado, 31 de octubre de 2009

Kosovo, ese concepto

Ha llegado el momento. Hoy nos vamos a Kosovo. Si nos dejan.

Goran ha cumplido su palabra y a las 07:30 estaba como un pincel en la puerta de nuestro hotel para darnos el comprobante de cancelación del cargo de alquiler del coche. Con su enorme sonrisa de vendedor de enciclopedias, nos desea buen viaje y se despide. Ni un resquicio en la mirada que permita relacionarlo con una conversación como la del día anterior. No sé si es que la vida sigue y punto, o que no hay más remedio que siga.

El caso es que nosotros llegamos a la estación de autobuses con ánimo de acabar en Pristina. Pero va a ser que no. La señora de la ventanilla nos dedica su más estándar cara de póker y nos indica que no hay autobuses a Pristina. Lo más lejos que se puede llegar es a Mitrovica, la primera ciudad "grande" ya dentro de zona kosovar (y una de los pocos municipios a los que se les puede efectivamente llamar "ciudad" y no "aldea"), donde la mitad norte es zona serbia, y la mitad sur, albanesa, ambas mitades dividas por el río Sitnica. "¿Y desde allí hay autobuses a Pristina?". Hace gesto de "no lo sé, aquí en Serbia ya no podemos saber nada de Kosovo", y huele a que se guarda detrás de la oreja un "entre otras cosas por vuestra culpa, occidentales de los cojones, así que ahora no vengas a preguntarme".
Bueno. Yo he hecho los deberes y me da que el norte de Mitrovica va a estar aún más aislado de lo demás que esto, así que, como sé que desde Novi Pazar sí hay autobuses a Pristina, decidimos comprar el billete allí y después, buscarnos la vida. Y así lo hacemos.

Dejenme que les explique brevemente el atlas de geografía (in)humano de la zona:


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La línea de puntos que ven es la frontera entre Serbia y Kosovo. Imagino que los puntos que Google le aplica se deben a que algunos países lo reconozcan independiente, y otros lo sigan entendiendo como una provincia serbia más.
Serbia es, principalmente, de religión ortodoxa. En Kosovo, el 85% de la población, que es de origen albano allende los siglos ("albanokosovares", pues) son de religión musulmana. La mayoría del 15% restante, los que viven en las "zonas serbias", son serbokosovares, ergo ortodoxos.
Ahora bien: en el sur de Serbia y hacia la frontera con Bosnia en el oeste, la población, si bien de etnia 100% serbia y no de origen albano (como pueblo y cultura), es de religión musulmana. Esto se debe a las idas y venidas que la historia desarrolla en cada país del mundo con las fronteras que vienen y van (sobre todo en una zona como los Balcanes, que fue la frontera entre el cristianismo y el islam durante siglos, entre el imperio otomano y Austria-Hungría, Bizancio y tantos otros...), y a esto se debe que, en ese sur de Serbia de población serbia y religión mayoritariamente musulmana, no haya habido movida bélica: porque como etnia (esto es, como pueblo, como tono de piel, y sobre todo como valores culturales), ellos son 100% serbios. Al margen de que recen o no cinco veces al día a un señor distinto del que recen los otros. Pues bien: la mayor ciudad de esta zona de la que hablamos en Novi Pazar.

Novi Pazar es un anticipo de lo que uno va a encontrarse si sigue hacia el sur, hacia Kosovo. Es la zona menos "europea" de Serbia, es la zona más "occidental" de la musulmanidad. Es un caos de coches y contaminación y hombres que toman tés en las terrazas pero no así mujeres y cuando uno está allí no puede siquiera imaginar que eso vaya a ser lo más unioneuropeizado que vea en lo sucesivo.

Un par de horas después, efectivamente, sale un autobús a Pristina, así que tras nuestro paseo por la ciudad y por nuestro asombro, subimos en el vehículo y nos acomodamos entre la incertidumbre de no saber si conseguiremos llegar a Pristina o nos harán dar la vuelta antes en algún control.

El primer control al que llegamos está justo en la frontera de Kosovo por la carretera hacia Mitrovica. Es un control de la UNMIK, concretamente de los suecos, y cuál sería nuestra sorpresa y decepción cuando vemos que el autobús para, el sueco levanta un poco el ojo desde fuera, y a continuación se hace el ídem. El autobús sigue sin mayor inconveniente.
Qué decepción.
Qué decepción y, a su vez, qué nueva incertidumbre. Estamos en Kosovo. Y no tenemos sello que lo diga en el pasaporte. Hemos entrado por el norte, zona serbia de Kosovo y no albana. Como ellos no se consideran escindidos, no hay sello de país que valga: seguimos estando "en Serbia". Pero tenemos que salir dentro de unos días por el sur, hacia Macedonia: zona albana y no serbia. Y como esos sí se consideran escindidos, no sé qué vamos a hacer para explicar por qué no tenemos sello de haber entrado legalmente en su "país". Ay, qué ensalada.

El bus va avanzando. Atravesamos la primera ciudad-pueblo: Leposavic. Hay una catedral ortodoxa y todo está lleno de banderas serbias en calles y casas. Al llegar a Mitrovica, lo primero que se ve es una enorme bandera serbia en lo alto del monte (lo que me recuerda a la enorme cruz católica que rige el monte de Mostar de zona croata frente al valle musulmán). En Mitrovica, frontera "real" de las dos locuras, hay otro control de la UNMIK. Atravesamos el puente del río que, sólo unos meses después, verían todos ustedes en las noticias, cuando, al declararse independiente el parlamento kosovar, en Mitrovica se formó una auténtica batalla campal con varios muertos y heridos, entre otros, a bote pronto, recuerdo a un policía de la misión de la ONU (UNMIK) ucraniano, que fue de los primeros.
En Mitrovica se respira tensión, aunque uno no salga del autobús (muy a mi pesar, no para). Y no hace falta más que cruzar el puente para que la historia figure a la inversa: son ahora las banderas albanesas las que ondean por todas partes (y hablo de banderas albanesas, albanesas de Albania, no albanokosovares de Kosovo, pero esto habrá que dejarlo para otro capítulo). A la salida de Mitrovica, ya 100% en territorio albanokosovar, se nos aparecen lo que será una constante a lo largo de todo el viaje por esta tierra: tumbas-mausoleos de los guerrilleros del UCK ("Ejército de Liberación de Kosovo") a los lados de las carreteras, y una selectiva colección de casas quemadas que contrastan con los carteles de "Welcome" que coronan la entrada a algunos pueblos.

Me pregunto con qué ojos mirarán esto que yo veo mis compañeros del autobús. La mujer de delante va mirando por la ventanilla mientras de forma casi inconsciente va negando con la cabeza. No sé si lo que piensa es "dios mío qué asco" o "dios mío qué vergüenza", pero desde luego se advierte que no lo está pasando bien.

Los puestos de la UNMIK y de la KFOR (fuerzas de la OTAN) se van sucediendo como gotas esparcidas por aspersión por todo el territorio kosovar. A diferencia de Bosnia, aquí no son sólo ya misiones de carácter civil, sino también militar. Lo que se ven son bases militares, con militares dentro, con tanques que pasean por la carretera (nos acabamos de cruzar con uno), con vehículos blindados, con armas y soldados que llevan ya allí la friolera de 10 años. Porque esta guerra sucedió hace diez años, diez años ya. Acabamos de pasar una base UNMIK de los Emiratos Árabes Unidos. Justo antes de un letrero en el que se lee "pueblo del sultanato de Omán".

Y así vamos transitando entre tumbas y banderas hasta que llegamos a Pristina, ese monstruo inviable, ese absurdo imponente, esa cortina de humo que no sé cómo harán para que no acabe disipándose.


(29 de septiembre de 2008)