También lo son en Kosovo, pero bueno, ellos pueden tener la excusa de ser esa suerte de protectorado inaugurado por Naciones Unidas. Pero en Montenegro, no. En Montenegro no se me ocurre excusa posible.
Así que nos resulta curioso llegar al fantasmagórico Hotel Piva y
Permítanme realizar aquí un inciso. Tanto para Serbia como para Montenegro, siguiendo la recomendación de un amigo, decidí adquirir las guías Bradt. Bien. Recuerden unas notas mentales muy básicas para acertar a este respecto: Guía Bradt de Serbia bien, Guía Bradt de Montenegro caca. La buena señora que ha escrito esta guía (una tal Annalisa Rellie) incluye una enorme retahíla de reseñas históricas del siglo XIV, pero ha debido de considerar que el siglo XX no resulta tan importante para el viajero (a fin de cuentas, es probable que el viajero haya vivido en él, así que ya se lo sabe). Y no dice ni pio al respecto. Por lo demás, en unas guías que se presentan a sí mismas un poco como alternativa a las Lonely Planet y que en su mayoría suelen incluir alojamientos apropiados pero baratitos, esta señora se limita a incluir hoteles de 5 y 4 estrellas principalmente (y alguno que otro de 2 que se le habrá escapado). Como es muy previsora, incorpora incluso hoteles que van a abrir sus puertas en 2010, como ella muy bien indica. En fin. No quiero seguir despotricando contra la guía y contra la doña que la parió: ya lo hice durante el viaje. Pero ustedes quédense con la idea: Guía Bradt se Serbia bien, Guía Bradt de Montenegro caca.
Fin del inciso.
Efectivamente, en el restaurante Carina Socica se come bien y es muy mono. Concluimos, y nos vamos a pernoctar (con forro polar, de nuevo, porque en la ex-Yugoslavia no se da la calefacción hasta el 15 de octubre, aunque caigan chuzos de punta).
A la mañana siguiente, emprendemos la marcha hacia Cetinje, la antigua capital del país. Al salir de Pluzine, eso sí, tenemos ocasión de ver aquello de lo que nos habían hablado: un campamento de refugiados (supongo que serbo-kosovares, aunque no lo puedo asegurar), que viven en una especie de apartamentos prefabricados, un gran número de ellos, a la orilla del río. Impacta.
La carretera de Pluzine - Niksic - Podgorica es curiosa. Está salpicada de monumentos de época socialista aquí y allá, de los que en otras repúblicas ya quedan pocos. Hay también mucha gente haciendo auto-stop: el sistema de Vesna debe de ser de lo más normal. Tras tomar un desvío casi llegando a Podgorica, accedemos a la carretera hacia Cetinje y llegamos a la ciudad.

Cetinje es una burbuja encantadora que uno no se espera. Chiquitito, como una
aldea para nosotros, fue la capital de esta minúscula república (en cuanto a número de habitantes) hasta 1948, en que Podgorica (la antigua Titograd) pasó a ostentar ese rango. Sigue siendo no obstante la capital cultural del país, en los referentes de los montenegrinos.Merece la pena pues perderse por sus calles, en las que se descubrirán preciosos edificios correspondientes a antiguas embajadas, monasterios de increíble belleza, casitas de cuento...

En una de las calles del centro nos detenemos a comer (en un restaurante de parroquianos llamado Obelix), mientras cae un aguacero sin igual. Y, una vez visitada la ciudad y llenada la panza, continuamos hacia Perast.
La carretera entre Cetinje y Kotor - Perast es una de las atraccio
nes del país, si me apuran. Todas las guías, oficinas de turismo y varios la resaltan. Eso sí: no es apta para aquellos susceptibles de marearse. ¿Recuerdan el anuncio de la Biodramina? Pues son las mismas carreteras, pero con las eses más de seguido. Eso sí: las vistas de la bahía de Kotor que se observan desde lo alto no tienen precio.Abajo del todo, en la ribera, se distinguen las ciudades de Kotor y Perast, entre otros pequeños pueblos pesqueros. Nuestro objetivo es el segundo, donde pasaremos la noche, así que atravesamos Kotor y su ingente parque automovilístico y, bordeando la orilla del mar (porque todo ese enorme brazo de agua es mar) conseguimos atracar en puerto.

Hoy ha sido jueves, 25 de septiembre de 2008.
En Foca vuelve a aparecer también lo que yo he dado en denominar "quemazón selectiva", y es que aún se aprecian las casas que, rodeadas de muchas otras que no, fueron quemadas. Se aprecia porque siguen constando de apenas un par de fachadas, principalmente.




Gorazde es una burbuja musulmana en el cristal serbio de la Republika Sprska. Es una ciudad que durante toda la guerra consiguió no caer en manos serbias, estando, como está, en medio de su franja. Esto se debió en gran parte a que, ya antes de la guerra, era una ciudad con mayor concentración musulmana (bosníaca), y a que durante la misma gran parte de los bosníacos obligados a emigrar de sus zonas fueron en esa dirección, lo que aumentó la población de esta "etnia" (disculpen, me cuesta mucho en general utilizar la palabra "etnia" sin comillas). No obstante, sufrió, dada su condición de zona totalmente rodeada de tropas serbias asediantes, una continua agresión de estas, que en una de sus ofensivas estuvieron de hecho a punto de "conquistarla".

Lo primero que a uno le llama la atención al cruzar la frontera bosnia desde Serbia (también desde Croacia) es que no son banderas bosnias lo que ve por los pueblos, sino banderas serbias (o la adaptación de éstas). Lleno de ellas, cada pueblo, casi en cada casa. En Visegrad, donde decidimos comer, podíamos pagar tanto en marcos (moneda bosnia) como en dinares (moneda serbia). Por supuesto, también en euros, en esa extendida economía sumergida cuasioficial que cohabita por todo el país.

