Tras nuestro paso por Gorazde, seguimos remontando el río Drina camino de Foca, a donde llegamos después de recorrer unos 30 km más. Foca será nuestra última parada en Bosnia antes de cruzar la frontera con Montenegro. Si Willy se dio la vuelta al mundo en 80 días, nosotros hemos atravesado un país en uno solo.
Es curioso acercarse a Foca viniendo desde Gorazde. En los pueblos que hemos ido atravesando, pequeñitos, sólo hemos visto mezquitas, pero en Foca vuelve a aparecer Serbia en toda su plenitud: iglesias ortodoxas, todo vuelve a estar escrito en alfabeto cirílico, renacen los colores nacionales serbios y serbo-bosnios (azul, blanco y rojo) en banderines y posters... Para colmo, debemos de estar en elecciones. Es curioso cómo por los simples colores que se usen en un cartel se puede identificar perfectaente el cariz del partido que lo protagoniza.
En Foca vuelve a aparecer también lo que yo he dado en denominar "quemazón selectiva", y es que aún se aprecian las casas que, rodeadas de muchas otras que no, fueron quemadas. Se aprecia porque siguen constando de apenas un par de fachadas, principalmente.
Pero es por la espalda y sin avisar cuando me asalta una imagen que ya conozco. Al cruzar un pequeño puente situado a la entrada de la ciudad, se yergue frente a mí un edificio que ya he visto antes. "Eso es la comisaría de policía", comento a mi acompañante.
Sobre este edificio se departía en un documental que ví en la filmoteca de La Haya, durante un ciclo que desarrollaron junto a la embajada francesa titulado "Cine y justicia". Según el documental (de nombre Carnival), Montenegro, que oficialmente se declaró neutral durante la guerra de Bosnia (aunque en la época no constituía una unidad independiente, sino que, junto a Serbia, constituía una todavía existente aunque diezmada Yugoslavia), no tuvo un comportamiento digno de elogiar durante la contienda. Al parecer, algunos de los refugiados que huyeron a Montenegro fueron deportados por la policía entre Mayo y Junio de 1992, y acabaron como prisioneros en Foca. Un periodista de Montenegro sacó a la luz estos casos años después, lo que llevó a la apertura de procesos judiciales. El periodista cuantificó un total de 83 refugiados asesinados y lanzados a las aguas del Drina desde esa localidad.
Nosotros decidimos aparcar precisamente frente a esta comisaría-centro de detención y dar un pequeño paseo por la ciudad. Aún nos queda mucho camino hasta llegar a donde hemos de pasar la noche: Pluzine, en plenas montañas montengrinas. Observamos una preciosa iglesia ortodoxa, observamos una valla con un cartel explicativo de lo que debía de ser la mezquita que se hallaba tras ella antes de desaparecer, y charlamos con un par de lugareños al respecto de la mejor forma de acceder a la carretera hacia la frontera -forma que muy amablemente nos indican-.
Así las cosas, reemprendemos la marcha, y tomamos la carretera hacia Montenegro. De aquí a la frontera hay unos escasos 18 kilómetros.
Pero la carretera hacia Montenegro es un camino que en ciertos tramos es, de hecho, de tierra. Esta no puede ser la carretera. A ver si nos hemos equivocado. Pero es que tiene que ser esta. Mira, el río queda a la derecha. Tiene que ser esta. Pero cómo va a ser esta. Una carretera señalizada de la red principal, cómo va a tener un límite de velocidad de 10 km/hora. Huy la leche.
Lo que parecían unos simpes 18 kilómetros hasta la frontera se torna en una carrera de obstáculos sorpresa: tan pronto tenemos que parar a esperar a que un grupo de ovejas terminen de beber en los charcos y se aparten, como tenemos que bajarnos a quitar piedras del camino, que se han desprendido y no podemos atravesarlo, como tenemos que agradecer el hecho de que a las vacas les haya dado por ir por un lado del camino, porque si les da por plantarse en medio, todavía estamos allí. Por cierto, ¿cómo vamos de gasolina? Ay dios mío que no se nos acabe la gasolina, prometo comerme la berenjena si no se nos acaba la gasolina.
Después de mucha expectación y plegaria, alcanzamos a divisar la frontera, a lo lejos, abajo, en el cañón del río. ¡Yúju! ¡Era esta la carretera! ¡Por fin! Pasamos a Montenegro, y la vía se convierte por arte de magia en transitable. Y admirable. De nuevo es más rápido ir en coche que ir andando. Aunque ya se nos ha hecho de noche, y es una pena no poder admirar el paisaje. Especialmente, el imponente lago Pivsko, junto al que discurre la carretera.
Nada más pisar Montenegro, tenemos que pagar una nueva ecotasa (esta vez, de 10 euros), y tras 22 kilómetros que se nos van en un abrir y cerrar de ojos, llegamos a nuestro destino por esta noche: el hotel Piva. El hotel donde debieron de inspirarse los creadores de películas de zombies de serie B.
Pero este relato os lo dejo para otro día.
Es curioso acercarse a Foca viniendo desde Gorazde. En los pueblos que hemos ido atravesando, pequeñitos, sólo hemos visto mezquitas, pero en Foca vuelve a aparecer Serbia en toda su plenitud: iglesias ortodoxas, todo vuelve a estar escrito en alfabeto cirílico, renacen los colores nacionales serbios y serbo-bosnios (azul, blanco y rojo) en banderines y posters... Para colmo, debemos de estar en elecciones. Es curioso cómo por los simples colores que se usen en un cartel se puede identificar perfectaente el cariz del partido que lo protagoniza.
En Foca vuelve a aparecer también lo que yo he dado en denominar "quemazón selectiva", y es que aún se aprecian las casas que, rodeadas de muchas otras que no, fueron quemadas. Se aprecia porque siguen constando de apenas un par de fachadas, principalmente.
Pero es por la espalda y sin avisar cuando me asalta una imagen que ya conozco. Al cruzar un pequeño puente situado a la entrada de la ciudad, se yergue frente a mí un edificio que ya he visto antes. "Eso es la comisaría de policía", comento a mi acompañante.
Sobre este edificio se departía en un documental que ví en la filmoteca de La Haya, durante un ciclo que desarrollaron junto a la embajada francesa titulado "Cine y justicia". Según el documental (de nombre Carnival), Montenegro, que oficialmente se declaró neutral durante la guerra de Bosnia (aunque en la época no constituía una unidad independiente, sino que, junto a Serbia, constituía una todavía existente aunque diezmada Yugoslavia), no tuvo un comportamiento digno de elogiar durante la contienda. Al parecer, algunos de los refugiados que huyeron a Montenegro fueron deportados por la policía entre Mayo y Junio de 1992, y acabaron como prisioneros en Foca. Un periodista de Montenegro sacó a la luz estos casos años después, lo que llevó a la apertura de procesos judiciales. El periodista cuantificó un total de 83 refugiados asesinados y lanzados a las aguas del Drina desde esa localidad.
Nosotros decidimos aparcar precisamente frente a esta comisaría-centro de detención y dar un pequeño paseo por la ciudad. Aún nos queda mucho camino hasta llegar a donde hemos de pasar la noche: Pluzine, en plenas montañas montengrinas. Observamos una preciosa iglesia ortodoxa, observamos una valla con un cartel explicativo de lo que debía de ser la mezquita que se hallaba tras ella antes de desaparecer, y charlamos con un par de lugareños al respecto de la mejor forma de acceder a la carretera hacia la frontera -forma que muy amablemente nos indican-.
Así las cosas, reemprendemos la marcha, y tomamos la carretera hacia Montenegro. De aquí a la frontera hay unos escasos 18 kilómetros.
Pero la carretera hacia Montenegro es un camino que en ciertos tramos es, de hecho, de tierra. Esta no puede ser la carretera. A ver si nos hemos equivocado. Pero es que tiene que ser esta. Mira, el río queda a la derecha. Tiene que ser esta. Pero cómo va a ser esta. Una carretera señalizada de la red principal, cómo va a tener un límite de velocidad de 10 km/hora. Huy la leche.
Lo que parecían unos simpes 18 kilómetros hasta la frontera se torna en una carrera de obstáculos sorpresa: tan pronto tenemos que parar a esperar a que un grupo de ovejas terminen de beber en los charcos y se aparten, como tenemos que bajarnos a quitar piedras del camino, que se han desprendido y no podemos atravesarlo, como tenemos que agradecer el hecho de que a las vacas les haya dado por ir por un lado del camino, porque si les da por plantarse en medio, todavía estamos allí. Por cierto, ¿cómo vamos de gasolina? Ay dios mío que no se nos acabe la gasolina, prometo comerme la berenjena si no se nos acaba la gasolina.
Después de mucha expectación y plegaria, alcanzamos a divisar la frontera, a lo lejos, abajo, en el cañón del río. ¡Yúju! ¡Era esta la carretera! ¡Por fin! Pasamos a Montenegro, y la vía se convierte por arte de magia en transitable. Y admirable. De nuevo es más rápido ir en coche que ir andando. Aunque ya se nos ha hecho de noche, y es una pena no poder admirar el paisaje. Especialmente, el imponente lago Pivsko, junto al que discurre la carretera.
Nada más pisar Montenegro, tenemos que pagar una nueva ecotasa (esta vez, de 10 euros), y tras 22 kilómetros que se nos van en un abrir y cerrar de ojos, llegamos a nuestro destino por esta noche: el hotel Piva. El hotel donde debieron de inspirarse los creadores de películas de zombies de serie B.
Pero este relato os lo dejo para otro día.
2 comentarios:
Se te ha olvidado mencionar el "vas muy rápido" que soltabas cada dos minutos mientras te agarrabas fuertemente al salpicadero... y yo, mientras, miraba el velocímetro y pensaba "tiene razón, voy lanzado, ¡a casi 8km/h!"
Y yo entretanto en casa, intentando memorizar los nombres de pueblos y ciudades balcanicas para situaros y saber si comiais en Serbia o dormiais en Montenegro
Las próximas vacaciones a Torrevieja... como la gente normal.
!!! he dicho ¡¡¡.
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