domingo, 9 de noviembre de 2008

Día 4 (1ªmitad): a tomar un café a casa de Milosevic

Nos despedimos de Lela por la mañana y nos dirigimos al centro, con el fin primero de localizar una farmacia que me ayude a seguir viva después de la nochecita toledana que he pasado, y con el fin segundo de alquilar un coche con el que proseguir el viaje, caso de concluir con éxito el primero de los fines.

La mímica -y el inglés- propician que me pueda entender con una señorita rubia que atiende en una botica, y que me provee de suero que he de ingerir de medio litro en medio litro con agua caliente. "Orosal 65 - dijetetski proizvod", para los no iniciados.
Tras conseguir agua caliente en una de las cafeterías más pijas de Belgrado y haberme bebido el preciado elemento (¡¡¡puaaajjjj!!!), siento mis fuerzas renacer cual Super Ratón ("¡¡hay que hipervitaminarse y supermineralizarse!!", o algo así afirmaba) y nos lanzamos a apatrullar la siudá, en busca del bólido prometido.

Lo dificil de la vida serbia es poner en consonancia la vida real con la vida cibernética. Dicho de otro modo: no te fies de nada, de absolutamente nada lo que ponga en Internet. Ni aunque lo diga Avis. Ni aunque lo diga Hertz.
Algo tan sencillo como alquilar un coche se convirtió en una tarea titánica que no conseguimos concluir hasta las 2 de la tarde. ¡Ah, infelice, qué bonito te lo habías imaginado, alquilando el coche por la mañanita y visitando bucólicas aldeas! Pues no. Después de irnos de excursión hasta Nuevo Belgrado, donde había una tal "agencia Eminence" que por dos veces al teléfono me confirmaron que podíamos dejar el coche en Podgorica (capital de Montenegro) como era nuestra intención, y habiendo ya pagado el coche y hecho todo el papeleo, me miraron con cara de sota al preguntar dónde exactamente teníamos que dejarlo en Podgorica. "Perdón, no la entendí bien al teléfono, creí que sólo querían ir y volver a dejar el coche en Belgrado. No se puede dejar en Montenegro. Ni siquiera se puede dejar en otro sitio que no sea Belgrado". La madre que lo parió. En fin: deshicieron la operación, nos devolvieron el dinero (¡faltaría!) y el caso es que era la 1 de la tarde y seguiamos sin coche. Al final, volvimos a Avis y lo alquilamos allí, teniendo que dejarlo en Kraljevo como lugar más meridional posible. Qué le vamos a hacer.

En fin. Entre tanto, en la mañana, tuvimos ocasión de toparnos con una boda serbia, que es como en las películas de Kusturica, ciertamente. Con una banda de música balcánica que no deja de sonar a mil decibelios mientras los novios van y vienen por la calle hacia la iglesia. Y hasta en las bodas la bandera de Serbia preside la comitiva.

Son más de las 2 de la tarde cuando por fin tomamos posesión de nuestro cochecito leré, un Chevrolet Spark (o algo así), pequeñín como él solo. Yo quería alquilar un clásico Yugo, pero no tenían. Lo ponemos en marcha, y saliendo del centro de la ciudad, vamos a parar a El puente del zar, un restaurante que refleja lo que en Serbia es un restaurante de alto standing. Esto se manifiesta en que suena hilo musical de Julio Iglesias. Y en que los camareros llevan colgando la servilleta que no se cae nunca.

Después de que el que me acompaña hubiera ingerido convenientemente lo que salió de las narices de esa estupenda carta, y de que yo hubiera ingerido una mísera sopa clarucha de pollo y más suero diluido en agua caliente, nos percatamos de que estamos en el Beverly Hills de Belgrado: el barrio de Dedinje, donde los bloques de hormigón desaparecen del paisaje y en su lugar se yerguen imponentes mansiones y casonas.
En una de ellas habitaba Milosevic, en la calle Uzicka. El 30 de Marzo de 2001, el Gobierno serbio dio la orden de detenerlo para juzgarlo, a lo que él y un grupo de seguidores/guardaespaldas contestaron pegando tiros. El 1 de Abril, después de algunas "negociaciones" entre las que figuraban la petición de Milosevic de no ser entregado al Tribunal de La Haya, sino ser juzgado en Serbia como ciudadano normal, se consigue detener a Milosevic. La presión internacional hizo que finalmente fuera entregado a La Haya el 26 de junio de ese mismo año, donde decidió defenderse a sí mismo, y en cuya celda apareció muerto el 11 de marzo de 2006, al parecer, por un infarto.
Como ya cabía sospechar, mi perturbada curiosidad es mucha como para dejar pasar la ocasión de recorrer esa calle. Así lo hicimos. Mucha vigilancia, mucha policía... apenas pudimos parar en ningún sitio. Pero desde luego, es un tipo de calle (un tipo de barrio) que no habíamos visto en Belgrado hasta ahora.

En fin, es hora de quemar carretera. Tenemos que llegar a Uzice (al norte de las montañas de Zlatibor, casi en la frontera con Bosnia) esta misma tarde. Vesna nos está esperando.

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