sábado, 23 de mayo de 2009

Día 9: La industria del metal

Ya es por la mañana y al monasterio de Studenica van llegando los turistas y los fieles. Nosotros nos unimos a ellos guiados por Ladislao, nuestro perro sherpa amante de los gusanitos que, si bien la noche anterior nos ladró como un poseso al llegar al hotel, hoy ha decidido hacerse nuestro amigo.

El monasterio de Studenica es uno de los más turísticos de Serbia y también uno de los más importantes dentro de la fe ortodoxa eslava. Es también muy representativo desde el punto de vista artístico. Conserva muy bien no sólo la iglesia, restaurada, sino también el resto de las dependencias del monasterio (algo que no ocurre con la mayoría de los monasterios que quedan en pie), y los monjes siguen habitando entre sus muros.

Tras la visita del mismo, y después de habernos despedido de Ladislao, continuamos hacia el norte en nuestra procesión particular. Nos dirigimos hacia Kraljevo, donde visitaremos otro monasterio más (el de Zica, muy bien conservado y restaurado en cada pequeño detalle, que cuenta con la particularidad de tener la paredes pintadas de rojo). Kraljevo será también el destino de nuestro coche: a partir de allí, seguiremos a pie y en el transporte que, imbuidos de tanto aura monacal, dios nos dé a entender.

En la carretera de Studenica a Kraljevo se respira un aire mortuorio. Tiene una especial concentración de placas-obituario que recuerdan a la gente fallecida en ella en un mal accidente de coche. Como colofón final, nos topamos con un entierro. La comitiva funeraria la encabeza un niño que porta una cruz, tras la cual van todos los familiares y alegados andando, por la carretera. El ataud lo porta un tractor.

Una vez visitado el monasterio de Zica, decididmos que aún tenemos tiempo suficiente para llegar hasta Kragujevac.
Era esta una de las principales ciudades en la Serbia yugoslava y posiblemente de las más ricas, hasta que llegaron primero las sanciones económicas y después los bombardeos de la OTAN al buque insignia de la nación: la fábrica automovilística Zastava, productora de los yugo, que acabó de finiquitar lo que ya había empezado a decaer, convirtiendo a Kragujevac en una ciudad fantasma con uno de los índices de paro más altos del país.
Durante nuestra visita, la fábrica seguía bajo mínimos, pero justo unos días después, ya en Macedonia, nos enteramos de que Fiat acababa de firmar un acuerdo para comprar Zastava, para gozo de la población de Kraljevo, que aspira a ser lo que fue. Aunque parece que con la actual crisis cebandose especialmente en el sector del automóvil, la recuperación de Zastava no va viento en popa precisamente.

El caso es que yo, para mi sorpresa, acabo topandome con una ciudad que me gusta. Me resulta agradable. Comemos, muy barato y bien, en un restaurante que me recuerda un tanto a los comedores sociales polacos, y en el que la camarera es incluso capaz de reconocer con una sonrisa nuestro torpe dibujo de un calamar (nuestro serbocroata no ha mejorado tanto en estos días como para haber aprendido a decir "calamar"). Siguiendo con nuestras interactuaciones con los aborígenes, una abuelilla trata de invitarnos por todos los medios a que entremos en el monasterio local en el que se está celebrando una misa. La comunicación es casi inviable y al final nos deja por imposibles, con cierta cara de lástima. Igual es como Avon, y si llevan fieles, les absuelven doble.

Ya de camino a Kraljevo, regresamos por la carretera de Knic, que pasa sobre un gran lago al estilo de los diques holandeses (aunque con menos pretensiones). Nuestra última referencia antes de aparcar en Kraljevo para aparcar el coche será Adrani, uno de los asentamientos para refugiados serbokosovares en el que hoy por hoy, 10 años después del fin de la guerra, siguen viviendo, en esa especie de limbo social, jurídico y mental consistente en no saber dónde caerse muerto.


[Hoy está siendo domingo, 28 de septiembre de 2008]

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