lunes, 20 de octubre de 2008

Día 1 (1ª mitad): de Madrid a Budapest

Suena el despertador. Y comienza nuestro viaje. Concretamente, a las 5:00 de la mañana. Y es que Malev, la compañía aérea nacional húngara, ha decidido hacer de sus clientes hombres de provecho, y ha fijado sus vuelos matutinos a las 8:30 de la mañana. Lo que exige estar en el aeropuerto a las 06:30.

Volamos a Budapest porque tenemos intención de entrar a Serbia por el norte, y resulta un buen punto de partida para tomar el tren de las 13:30 y llegar a Subotica, primera ciudad de Serbia y una de las principales por su interesante arquitectura modernista, a las 17:00. Subotica será pues nuestra primera parada (y fonda).

Así que ahí estamos todos, de patitas en Barajas. Los pasajeros uno a uno, las señoritas de la facturación, los señores del catering... todos menos el piloto. Y el resto de la tripuación, añado.
Lo que empiezan siendo 20 minutos de retraso se convierte en 1 hora. La hora se convierte en hora y media. A las dos horas ya no se sabe qué prefiere el pasaje: que aparezca el piloto de una puñetera vez, o que mejor no aparezca, dada la melopea y/o resaca que se le presupone. Las señoritas de la facturación ya tampoco saben qué inventar, hasta que por fin, a lo lejos, se divisa a una azafata.

Emprendemos el vuelo, nos dan desayuno (¡bravo, bravo por Malev!) y a las 3 horas y algo aterrizamos en Budapest. Huelga decir que hemos perdido la conexión con el tren, lo que obliga a cambiar los planes e improvisar.
Empezamos a recorrer estaciones de autobuses, gracias a la valiosa información que nos ha proporcionado nuestro compañero de asiento. No: Hungría no está conectado con Serbia por autobús. Así que no nos queda más opción que tomar el tren nocturno, única alternativa al tren de las 13:30.
Las taquillas de venta de billetes de la estación Keleti pályaudvar (desde la que parte nuestro tren) bien merecen una visita per se. Todo madera, no es que tenga aire retro, es que jamás se le ha renovado nada. Y lo de la visita no es irónico: las taquillas son preciosas. Parece un banco del lejano oeste, según las películas que nos muestra Telemadrid. El caso es que adquirimos nuestra suite a unos 60 y pico euros, que incluye billete hasta Belgrado (a donde, en principio, no pensábamos llegar hasta el tercer día) y compartimento privado para dos. Adelantaré aquí que entrar luego al compartimento y verlo nos produjo la sonrisa que nos hubiera procurado alojarnos en el Ritz gracias a un cupón que nos hubiera tocado en una caja de galletas, y nos pasamos las dos primeras horas jugueteando con cada utensilio del armario-lavabo y con cada resorte secreto de las paredes. Así que si les gustan los trenes, señores, y el presupuesto no da para el Transcantábrico, no dejen pasar la oportunidad de subir a este tren.

¡Bueno! Pues con nuestro billete para las 23 y pico, tenemos toda una tarde-noche para echar un par de paseos por Budapest, sorpresa con la que no habíamos contado. Como esto dio para mucho (funiculares del siglo XIX, policías que nos instruyen sobre las costumbres manifestativas del país, patrullas de frontera con rigurosos registros...), concluiremos aquí la crónica por el momento y dejaremos el resto del día para la siguiente. ¡No cambien de canal!

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Información práctica:
-Compañías que vuelan (directo) a Budapest desde Madrid: Malev, Iberia, Air Europa y Smartwings. Puesto que comparten código, en realidad sólo hay unos 2-3 vuelos por día.

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