martes, 21 de octubre de 2008

Día 1 (2ª mitad): Budapest revisited



La primera vez que estuve en Budapest me dio la sensación de ser como Viena, pero en pobre. No en vano, eran el mismo páis (por así decirlo) cuando ambas ciudades se desarrollaron. Aunque, a mi juicio, Budapest tiene algo más de atractivo, puesto que las idas y venidas de la historia reciente han hecho que cada cual dejara su huella, teniendo así el principal edificio de detención (¿y torturas?) de la época soviética junto a un palacio del siglo XIX.

La primera vez que estuve fue hace varios años y la UE apenas se había dejado oler. Pero esta vez, Budapest me recibió con un aire mucho más europeísta -lo que equivale a decir que también les han colocado los pirindolos publicitarios esos altos metálicos que han colonizado nuestras ciudades. Además de en los pirindolos, la UE también se deja notar en el brillo general de las calles y el alza de los precios (si bien, en comparación, Budapest sigue siendo barato).
Esta vez teníamos sólo una tarde disponible. Así que, con gran pesar, sacrificamos las gloriosas termas sin igual que le han dado fama a esta ciudad y nos dedicamos a hacer aquello que mejor se nos da: no hacer nada. Esto es: pulular por la calles.

Atravesamos el puente Erzsébet, en el que casi nos volamos, para llegar a Buda (Budapest nace en 1873 como resultado de la unificación de las dos ciudades a ambos lados de esta zona del Danubio: Buda y Pest). Allí nos dirigimos hacia el Castillo con el Budavári Sikló, un funicular inaugurado en el siglo XIX, uno de los principales atractivos de la ciudad. Una vez arriba, y habiendo correteado entre los diversos edificios del castillo hasta que se nos hace de noche, nos metemos a una cafetería, tratando de escapar de la rasca que hace. El local no tiene desperdicio: camareros, mesitas y barra parecen sacados del manual "cómo convertir su local en pijo para las gentes de alta alcurnia". Pero desafiante, en uno de sus ventanales, se pasea ufano un escarabajo de unos dos centímetros de diámetro, al que nadie parece prestar atención (salvo nosotros). Lo cual me recuerda a la actitud rusa hacia los insectos, anfibios y mamíferos roedores. Y es que ciertas cosas nunca mueren, por mucho Sarkozy que se pasee por Europa.

Al salir de la cafetería, las farolas crean una luz preciosa que el que me acompaña y su cámara nueva quieren aprovechar hasta rayar la histeria de la que suscribe. Así que me acomodo lo mejor que puedo en mis distintas capas de ropa y él saca al Tripatitas. El Tripatitas es su trípode nuevo, adquirido en la Fnac, que cuenta con la curiosidad de tener patitas flexibles y enganchables por ende a ramas de árbol, balaustradas o dedos meñique. Es muy fardón el Tripatitas. Y al grupo de 6 nenas 6 que hay junto a nosotros no se le pasa por alto. El que me acompaña saca la foto número 328 del puente Széchenyi (puente de las Cadenas) mientras las nenas, alteradas, comentan a su alrededor ("hiynnneifbv Trrripod, kuaaahnyyiihjjv Kamera") y yo me pregunto si podré alquilarles al maromo un ratito y sacar así pa cenar, cuando, sin esperarlo, el que me acompaña se incorpora y me dice que está listo. Una oportunidad como esta en la que él voluntariamente desiste de hacer más fotos no es como para desaprovecharla, así que nos vamos.
Pero la idea de la cena perdura: ha llegado el momento de buscar manduca. En eso estábamos, cuando, por las calles de Pest, empezamos a ver grupúsculos de skinheads (unos con banderas, otros sin ellas) caminando por la calle. Huy la leche. Al llegar a la plaza Erzsébet tér, vemos también un grupo de lecheras policiales, con sus armados ocupantes plácidamente disertando fuera de las mismas, como el que come pipas. La curiosa que hay en mí se les acerca:
-Jelou... excuse me... what is this? Is it like a fair, or a demonstration, or...?
(Se van pasando la pelota uno a otro hasta que llegan al último, que está procediendo a la ingesta de un bocata). -Yeeesss... demonstration... but... but game over.
-Game over? You mean, the demonstration has finished?
-Yes. Game over.
-Hm. And what was the demonstration about?
-Yess... demonstration... politika.
-Politika? In general?
-Yess... in general.
Así que ya ven. Si alguna vez se van a vivir a Budapest, y quieren protestar porque Aguirrech les está recortando la sanidad con cutter, tienen previamente que raparse la cabeza.

En fin. Así va pasando la tarde y llega el momento de irse a la estación, en busca de nuestro tren que, por cierto, también lleva retraso y aparece cosa de una hora más tarde, proveniente de Viena. Accedemos a nuestra suite y jugueteamos con todos los resortes a nuestro alcance, ya saben. Llegamos a la frontera húngara sobre las 2 de la mañana.

El sobrecargo nos despierta y nos pide que tengamos listos los pasaportes. Salimos al pasillo, y vemos cómo la policía está efectuando un registro exhaustivo en el tren parado enfrente, que va a la inversa, es decir: dirección Serbia > UE. Van con linternas y miran cada armario, cada altillo, cada sillón por debajo. Parece que en cualquier momento fuera a salir un espía de dentro de una maleta, con los policemanes de la RDA gritando tras él, "halt!!".

A nosotros, por contra, no nos hacen ni caso. Entra el policía en la suite, nos mira el pasaporte, vale, muy bien, siguiente.
Al cabo de un rato, el tren vuelve a arrancar y el sobrecargo nos informa de que en 20 minutos alcanzaremos la frontera Serbia. Y allí llegamos, a Subotica. La policía de fronteras serbia sube al vagón, y llega a la suite. Yo y mi adrenalina aventurera james bond hemos decidido esconder el localizador GPS que portamos, el navento, que llevamos encima a fin de que a mi madre no le dé un infarto y pueda seguir nuestros movimientos via Internet cuando estemos por Kosovo y semejantes. Decía: lo he escondido, no vaya a ser que el señor policía del bigote se crea que es un vaya usté a saber qué y me detengan y acabe en una mazmorra con los restos mortales de Troski.

Pero no. El señor policía de bigote sube, entra a la suite, le damos el pasaporte, nos pregunta que a santo de qué vamos a Serbia, le decimos que turismo, my friend, nos mira como dicendo "¿y pudiendo estar en la costa de Tarifa os venís de turismo aquí al frío balcánico?", mira el pasaporte, nos pone el sello, y se pira.
Ni controles, ni confiscación del navento, ni nada.
El que me acompaña no se pronuncia, y se vuelve a la camita a dormir. El tren se pone en marcha.
Me vuelvo a la camita. Bueno. Tengo un hermoso sello en el que pone "Subotica" (en cirílico), 21-IX-08, y un tren dibujado. No parece ser tan fiero el león como lo pintan. Miro por la ventanilla. No se ve nada de la majestuosa arquitectura modernista desde la vía del tren. Voy a ver si me duermo. Mañana abriré los ojos en Belgrado. La capital de Yugoslavia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gran sitio esta ciudad. Aunque para futuras visitas lo tengo claro: meterme en el Szimpla por la mañana y no salir de allí hasta que me vaya a dormir :D