jueves, 23 de octubre de 2008

Día 2 (1ª mitad): Good morning, Belgrado

Se cuela cierta luz por la persianilla y abro un ojo. "Novi Beograd". "¡¡Coño, tú, levanta, que ya estamos en Belgrado!!", digo, mientras me incorporo a toda prisa. A los 10 minutos de eso ya hemos atracado en la estación de destino y, tras un ratín, sube un señor que nos indica que sacabó el viaje y nos invita amablemente a bajar. Lo hacemos, con los calcetines, la toalla y las zapatillas en la mano.

Hace fresquito y medio llovizna. Está nublado. Hemos tenido suerte, porque al final el tren se ha retrasado mucho y son las 7:30 de la mañana (el horario normal de llegada es las 6:00). Y a las 7:30 algo más de vida en la ciudad parece que sí que hay.

En Belgrado, los horarios son raros y las cafeterías abren a distinta hora dependiendo del día de la semana y la cafetería que sea (como en Holanda). A las 9 y algo conseguimos por fin llevarnos un café a la boca. Después, caminamos hacia el parque-fortaleza de Kalemegdan, con su curioso despliegue de morteros, tanques y bombas a la entrada del museo militar. Si uno piensa en la historia reciente del país, lo cierto es que impresiona semejante exposición. Dicen también las lenguas que, en los puestos de la avenida principal del parque, aún pueden encontrarse insignias y banderas pro Mladic (acusado por La Haya de ser responsable del genocidio de Srebrenica durante la guerra serbo-bosnia, entre otras masacres) o del mismo Karadzic, detenido y entregado a La Haya el pasado verano (se acordarán, aquel que habitaba tranquilamente en Belgrado con su barba bonachona tipo Padre Abraham y sus pitufos). Pero lo cierto es que yo no vi semejantes insignias, ni banderas, ni postales, ni nada. Y eso que me hubiera gustado comprar alguna postal de esas de humor negro que decían algo así como "el patio de juegos - diseñado por la OTAN" y mostraban un grupo de niños jugando en las ruinas dejadas por un misil. Pero nada: yo no vi nada. Y no será porque la morbosa que hay en mí no buscara con ahínco.

Desde el montículo en el que se encuentra el fuerte se divisa el resto de la ciudad, con su Danubio, y sus puentes, y sus barcos-discoteca amarrados a ambas orillas. De bajada, pasamos de casualidad por el zoo de Belgrado, famoso en el mundo entero por ser el único que, por lo visto según el mural de la fachada, posee un ejemplar del diablo de Tasmania. Nos adentramos en la zona vieja (Stari Grad), en cuyo centro se encuentra el mercado de Bajlonova pijaca, coronado por una réplica de uno de los iconos más representativos de Sarajevo, el "kiosco otomano", que la que hoy es capital de Bosnia regaló a Belgrado en 1989. Quién les iba a decir entonces que los destinatarios de su regalo los iban a tener sitiados con kiosco incluido durante 4 años, poco tiempo después.

Volvemos hacia una de las plazas principales de Belgrado, la plaza de la República (Trg Republike), antiguo escenario de manifestaciones de oposición a Milosevic. Allí se nos presenta de la nada Curro, nuestro perro escolta.

Belgrado (y Serbia en general), al igual que Atenas, están llenas de perros callejeros que lo escoltan a uno, en espera de algo de comida o quizá de una posible adopción. En Atenas estaba muy organizado: al parecer, cada perro debía de tener su zona de acción, porque muy elegantemente lo acompañaban a uno durante varias manzanas pero, al exceder esas menzanas, se quedaban muy quietitos en la acera y, al cruzar los humanos a la siguiente, los recibía otro perro escolta distinto. Debe de ser la influencia UE. Al escolta que más nos acompañó entonces decidimos bautizarlo Epicentro.

En Belgrado, por el contrario, los perros son más caóticos y salerosos y lo acompañan a uno hasta que les parece oportuno. Curro se nos unió porque se me ocurrió la genial idea de hacerle una carantoña según pasábamos. Y ya no hubo cómo sacarselo de encima. Ladraba a las bicicletas, nos protegía de coches y autobuses, nos iba abriendo camino entre la gente... Pero se presentaron dificultades. Y es que Curro era perra. Y debía de estar en celo. Y a lo largo de Kneza Mihaila, lo que probablemente sea la calle Serrano de Belgrado, lo que empezó siendo un perro escolta acabaron siendo cinco, más grandes, más pequeños, que jugueteaban y ladraban y se tropezaban con todo el mundo, y por más que una tratara de darles esquinazo, Curro siempre me encontraba (y su séquito, detrás). Ya por fin, al cabo de unos 20 minutos, Curro debió decidir que el pastor alemán de reciente adquisición era más interesante que la que suscribe, y se fue con él (y su séquito, detrás).

Kneza Mihaila es una calle curiosa. La mayoría de las tiendas que lo habitan son tiendas de ropa de marca de considerables precios. Nadie diría que en el número 49 de esta calle se encontraba la clandestina sede de Otpor, organización estudiantil que supuso la oposición más "fiable" (menos politizada, al menos en un principio) al régimen de Milosevic. Amenazados y encarcelados durante esa época, la postura oficial del gobierno era que se trataba de un grupo de delincentes, vagos, fascistas y terroristas. Pero esta organización jugó un importante papel en el movimiento de derrocamiento del régimen de Milosevic.

Casi al final de Kneza Mihaila en dirección al parque Kalemegdan, si se gira a la izquierda por Kralja Petra I, se llega al café-restaurante ?. Los distintos cambios de nombre a los que se vieron obligados los dueños a lo largo de la historia por su cercanía a la catedral ortodoxa consiguieron que el último, ya harto, le pusiera "?". Mi yo literario tiene la culpa de mi interés por ver este lugar. En él se desarrolla una de las historias de Siete pecados capitales, una de las obras del escritor serbio Milorad Pavic. Y además debo decir que la comida es excelente. Excelente.

En fin. Como siempre, el paseo nos ha desgastado un tanto, así que vamos a quedarnos en ? zampando con fulgor y descansando un rato. A las 4 y pico hemos quedado con Lela, que nos va a llevar a su casa y luego nos enseñará el Belgrado del 99, cuando llovían bombas sobre la ciudad. ¡Parada y fonda!_______________________________________________
Información práctica:
·Transporte en Belgrado: bus, trolebús y tranvía. Existe una parada de metro, pero no existe el metro (contradicciones balcánicas, que las llaman)
·Resulta muy útil ser capaz de, al menos, leer cirílico. Sobre todo si se tiene pensado moverse en coche. El cirílico no es dificil de aprender así que se recomienda le eche usté un ojo al alfabeto (y equivalencias en el latino) si tiene pensado ir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pues cuidadin con comprar medallas, insignias y cosas varias en esos paises "listilla"; que hace unos meses en Moscu a una chica, no recuerdo si italiana o francesa; la tuvieron detenida 1 semana porque en la maleta llevaba unas medallas que habia comprado en un mercadillo.
Por lo visto hay una ley que prohibe sacar de Rusia esas cosas anteriores a la perestroika.
Ah! y gracias por compartir tu viaje con nosotros, asi los que nos quedamos en las playas de Tarifa; podemos tener una idea de esa zona.